viernes, 20 de febrero de 2015

CHUCHES


Fotografía: Isabel Ruiz Ruiz


Hola, amor mío:

Sé que puede resultarte muy doloroso recibir esta carta con tanto retraso. Era necesario hacerlo de esta forma puesto que el favor que quiero pedirte te necesita en calma, con todo reordenado y tras pasar ese tiempo imprescindible para apaciguar este otro dolor de habernos perdido.

Te advierto que tuve que pedir a mi madre que siguiera mis instrucciones al pie de la letra; que no hiciera de las suyas y que te mandara esta carta cuando hubiese pasado al menos un mes. Como ya sabes lo que me cuesta pedirle favores, y lo que le cuesta a ella hacerme caso, no te me pongas en plan tiquismiquis y acepta esta ocurrencia. Piensa que mi objetivo no es otro que poder hablar contigo, sin nervios ni emociones, y que comprendas cuanto te digo.

Vamos al grano:

Quiero encargarte una misión que, casi con total seguridad, va a ocupar todo tu tiempo; una misión que soy capaz de resumirte en una frase: debes dignificar mi vida.

Y para que esto sea posible se me ha ocurrido un método:

Esmérate en la educación de nuestros hijos.

Es preciso que sepan de nuestra lucha por salvaguardar los derechos y libertades que tanto nos costó conseguir. Ambos aún son pequeños y, por mucho que les expliques, no entenderán nada. No obstante, debes hacer lo necesario para que este batallar nuestro, este no rendirnos ante cualquier tipo de injusticia, forme parte de su propia experiencia.

Deben constatar que merece la pena; que no fuimos unos pobres ilusos persiguiendo una utopía; deben saber que la perfección no existe pero que sí existe el camino para acercarse a esa meta.

Haz que razonen por puro ejercicio, que entrenen su imaginación, que abracen sueños e intenten hacerlos realidad.

Procura que observen y sean críticos con su entorno, que se guíen por la intuición a la hora de distinguir la verdad y la mentira, que reconozcan su propio pensamiento y que no sean meros repetidores del pensamiento de otro.

Que pongan en valor su propia voz, su posibilidad de elegir, su posibilidad de cambiar las reglas del juego cuando a la partida de vivir se sientan los tramposos.

Permíteles que cometan sus propios errores y ayúdales sólo cuando los hayan cometido para que, así, distingan el rumbo de sus propios aciertos. De ese modo degustarán el sabor agridulce del esfuerzo.

Explícales que, cuando crezcan, tendrán la obligación de ser útiles, no a su familia o a sus amigos… útiles en el gran sentido, en el de la solidaridad sin explicaciones, en el de la solidaridad como se pueda.

Repíteles eso que constantemente me decías cuando me ponía esotérica; diles que lo del Karma es pura matemática, algo tan simple como la alta probabilidad de que lo positivo sume y que lo negativo reste. Demuéstrales que jugando a ese juego siempre toca un premio, aunque no les toque a ellos.

Por favor, que no crean que la prioridad del ser humano se centra en lograr el confort propio; que sepan que tras esa aberración de la existencia se ocultan y cometen todos los delitos.

Procura que no tengan miedo al futuro, explícales que evolucionar es cambiar lo que no funciona, que todo cambio requiere lucha y compromiso y que adaptarse es lo mismo que conformarse.

Haz de ellos seres libres, mi amor, que no sean esclavos de nada ni de nadie. Muéstrales las llaves infinitas de la cultura y, ya de paso, de cuando en cuando, cántales aquel verso de Cabral que tantas veces te susurré cuando quisieron que te vendieras.

¿Recuerdas?

“Solamente lo barato se compra con el dinero”.

Y ya está… Eso es todo, amor mío, aunque me dejo demasiado en el tintero.

No es poco lo que te pido pero, conociéndote como te conozco, sé que llevarás esta misión a buen término.

Ámalos tanto como me amaste a mí.

Muéstrales las fuentes del respeto y lograrás hacer de ellos las personas que siempre deseamos que fueran: gente buena y fuerte, gente que hace esas cosas que los cobardes aseguran que no son posibles.

Hazme este favor y te prometo que si siempre te quise, tendré muchas más razones para seguir queriéndote siempre.

Una cosa más...

Si no te importa, diles también que nunca, bajo ningún concepto, se fíen de quienes les prometan chuches. Como bien han demostrado, esa gente no te consigue las chuches que te salvan la vida, a la hora de la verdad, prefieren salvar los números de sus cuentas.

Te quiero.

Salud, compañero.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJA TU COMENTARIO
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados

Seguidores