viernes, 24 de julio de 2015

TELEMADRID VS CARMENA

AUTOR: MANUEL F. TORRES



Sí, ya sé que el tema puede aburrir, que todo el mundo es consciente de lo que ocurre en Telemadrid ─esa cadena pública que sólo lo es porque con nuestros impuestos pagamos sus costes y su pésima gestión─; y que el esperpento que se representa en cada uno de sus espacios informativos, pasados y presentes, ha terminado por anestesiarnos de tanto llevarnos las manos a la cabeza.

Sí, lo sé.

Asistir a ese espectáculo de propaganda ultraderechista disfrazada de noticiarios, con secciones de opinión donde sólo se manifiesta una, nos ha narcotizado tras buscar un millón de veces el epíteto preciso en el diccionario y no encontrarlo. De hecho, la lengua castellana, tan amplia, tan inabarcable, se queda corta ante lo que se hace y se muestra en esa casa.

Y lo sé.

Esto se ha contado mil veces y, por tanto, también sé que lo que escribo es terreno trillado y quizá sea una más de mis pérdidas de tiempo. Pero me da igual. Ayer noche, ya metidos en la jornada de hoy día 23 de julio ─víctima del calor de Madrid, de mi insomnio habitual y de esa práctica necesaria que consiste en ver cómo maniobra quien se gasta los impuestos─; Telemadrid me colmó el vaso de la paciencia en ese espacio que presenta Ana Samboal y que han titulado con el nombre ambiguo de "Diario de la noche" (con semejante nombre podría tratarse de un reality festivo-veraniego).

Aporto el resto de los datos para situaros y no obligaros a ver en la red todo el programa: asistían a la presentadora los tertulianos Fernando Jauregui y Javier Gállego Jané. El tema, donde surgió el comentario que me hizo saltar los plomos, fue el primer pleno del Ayuntamiento de Madrid, regido por Manuela Carmena.

Por boca de los asistentes y de la presentadora, con ese punto de vista único de la cadena, se dirigieron todos los ataques a los que nos tienen acostumbrados hacia la nueva alcaldesa: que si la web esto y que si la calle de Zerolo lo otro… Lo de siempre y en el tono de siempre, centrando la mira telescópica, más que nunca, en el Ayto de Madrid, el mismo al que tanto defendían hace nada, en ese mismo espacio informativo, recurriendo a la mejor estrategia que tenían a mano para no pasar vergüenza (si es que les queda alguna a tamaña comadre de filibusteros): acallar los desfases de Ana Botella y, del mismo modo pero en general, la peor gestión de las necesidades de la capital que pueda recordarse. Si alguien quiere datos objetivos a este respecto, los tengo. Ni el malgastador, zigzagueante y sibilino Gallardón merecería comparación gestora con la de su sucesora, no electa, Ana Botella. Eso, por triste desgracia, lo saben hasta los muertos.

Pues bien, el punto insultante, el que motiva este artículo, llegó de la mano de Fernando Jauregui pero, como fue secundado por los dos corifeos restantes, diré que fue obra de las tres palomas sentadas a esa mesa de redacción. El trío vino a coincidir en que la gestión de Manuela Carmena era algo inexistente, banal, infantil... Se dijeron cosas del tipo: “¿dónde está la gestión de las basuras?” o ”¿dónde está la gestión del alumbrado público?”, sin dejar a un lado el aplauso a la iniciativa del PSM, liderado por Antonio Miguel Carmona, para bajar el IBI y que fue apoyada por el PP y por C´s. 

Huelga decir que dicho aplauso verbal no fue por la medida aprobada sino por la fractura, tan deseada en ese medio, entre "Ahora Madrid" y el PSM. Se entiende que estos personajes no estén acostumbrados a que, en una democracia, no siempre ganen los mismos y de ahí que vean rupturas definitivas donde lo que hay son acuerdos puntuales, debate, y votación. Hoy contigo y mañana sin ti. Y no pasa nada salvo que cuando lo entiendan en Telemadrid peligre su repertorio para beneficio de la información mundial. 

Si el Ayuntamiento disminuye sus ingresos por ese impuesto, si no tocaba, si hay otras prioridades según unos en contra de los otros... no es más que el debate de la gran política, el juego donde se barajan sin cesar cientos de naipes y comodines, el tapete donde surgen y mueren los proyectos y nuestro futuro vecinal. La diferencia respecto a un tiempo muy reciente, en ese mismo ayuntamiento, consiste en que, ahora, nadie va a poder jugar sin quedar retratado. De eso va este asunto y lo mejor es que los políticos de vieja escuela no saben jugar con estas reglas nuevas, no saben jugar al descubierto.

Regreso a lo del punto insultante:

De todo ello, de la votación y demás, los tertulianos sacaron la conclusión de que Manuela Carmena aguantaría su gobierno hasta después de las elecciones generales y que, con los nuevos resultados, se vería obligada a ceder la alcaldía. Y se quedaron tan frescos los tres.

Me preguntaréis que dónde está el insulto si, total, esto es lo que se hace siempre en ese espacio informativo.

Está claro que mentir no es insultar y que manipular la información con determinados sesgos orientados tampoco lo es. La esencia del juego democrático lo permite y así debe ser aunque de ético ─ese factor que tanto repite Eduardo Inda en las últimas tertulias televisivas─ no tenga nada y menos en una cadena cuyo origen metafísico debería ser la pluralidad. 

Más tarde entraré en la aclaración de este punto.

La cuestión insultante es el ataque centrado en la ausencia de gestión del Ayuntamiento de Madrid cuando, por simple comparativa, la gestión inexistente se da en el gobierno de la Comunidad de Madrid regida por Cristina Cifuentes con el apoyo de C´s. Plantear el mismo delito y no juzgar a la presidenta y a la alcaldesa en igualdad de condiciones, atenta contra la inteligencia de cualquiera, por muy de derechas que se pueda ser.

Pues decidme: ¿alguien sabe algo de esta mujer, de Cristina Cifuentes, desde que ocupa el cargo? ¿alguien sabe algo de C´s, cuyas líneas rojas, marcadas para firmar acuerdos con el PP, atendían también a la pluralidad de Telemadrid? ¿habéis visto o sentido que ocurra algo en la Comunidad de Madrid? ¿alguien cree que, por este motivo, por esta falta de nuevas acciones, se acerca el Apocalipsis circulatorio, que nos quedaremos de inmediato sin agua, que no se intentarán apagar los incendios este verano?

A que no. Pues con Manuela Carmena tampoco ocurrirá ningún colapso.

¿Sabéis por qué? Porque es lo normal tanto en una entidad pública como en una gran empresa. Las transformaciones requieren su tiempo y, en todos los aspectos, nos iría mucho mejor si cada directivo se lo permitiera antes de tomar una decisión importante. Nada se gestiona con eficacia y se renueva llegando a la casa y prendiendo fuego nada más cruzar la puerta. Lo primero es analizar, estudiar y, en los casos de la Comunidad y Ayuntamiento, auditar a fondo, sin concesiones ni miradas hacia el lado contrario de la realidad. En este sentido ─el de la auditoría─ los votantes de “Ahora Madrid” exigíamos dicho examen, formaba parte del proyecto y me consta que se está haciendo. Por ejemplo, ya vamos viendo resultados cantosos como el hecho de que siguiera contratada la misma empresa que gestionaba la seguridad del “Madrid Arena” cuando se produjo el crimen y la catástrofe; vamos viendo cómo, por ejemplo, seguía contratada la misma empresa de mantenimiento de la Caja Mágica aún sin cumplir ninguno de los encargos y estudios que se le habían solicitado; vamos conociendo, por ejemplo, el gasto y gustos de los anteriores ediles en lo que correspondía al uso y administración de su despacho palaciego; vamos viendo cómo todos ellos han sido eliminados de raíz.

Siendo objetivos (palabra que desconocen en la redacción de informativos de Telemadrid) de Manuela Camena sí sabemos lo que está haciendo y, si lo pensáis, ya está haciendo mucho para el tiempo que lleva en el cargo. Hasta esos mismos canalizadores de opinión a los que invitan a decir misa en Telemadrid, consiguen que nos enteremos de toda esa labor, con sus errores naturales y nimios, aunque les pese. 

Por las mismas, siendo también objetivos, de Cristina Cifuentes no sabemos nada apenas. La información de sus movimientos no llega ni para que esas mismas personas intenten loar alguna gloria posible de la Presidenta. Es de suponer, cosa lógica, que aún estará estudiando cómo funciona el asunto por dentro o, en el peor de los casos (que es el más probable), buscando una programa de gobierno que seguir porque, recordemos, ha llegado a donde ha llegado sin una idea en los bolsillos. Pero, de esto último, en Telemadrid ni mu.

Pero, insisto, hasta eso es normal. No quiero caer en el “y tú más”. Eso sí, lo que es injusto e insultante es que, incluso en la cadena pública de Madrid, se le estén dando martillazos en los dedos a Manuela Carmena por hacer, deshacer y estudiar la situación; mientras que con Cristina Cifuentes se prosiga con esa táctica del silencio que viene a definir la siguiente secuencia: "como nada hace, no contemos nada y mucho menos para criticar su inacción. Sigamos tirando del libro de estilo de Ana Botella."

Para terminar aclararé ese punto que he dejado a medias, el que hablaba de las mentiras e informaciones sesgadas con que se manejan en Telemadrid respecto a la falta de gestión del gobierno de Manuela Carmena.

Lo primero es dejar claro un hecho: la continuidad de cualquier partido en un órgano de gobierno crea mecanismos automatizados y Madrid los tiene tanto en la Comunidad como en el Ayuntamiento. Viene a ser algo parecido a los protocolos de un gran trasatlántico. Por mucho que se cambie a los capitanes del navío el cambio no perjudica ni a los restaurantes, ni al servicio de habitaciones, ni a las discotecas, ni a lo que conocemos como servicios generales de abastecimiento. Plantear, por parte de la cadena Telemadrid y sus acólitos, cómo se están gestionando esos servicios en el Ayuntamiento de Madrid cuando prácticamente todos ellos están externalizados, es una trampa para espectadores zoquetes y votantes somatizados de la derecha. Otra cosa es que, tras esa investigación auditora de recursos, de gestión externalizada y de subcontratas ganadas en dudosos concursos públicos; las aguas desbordadas de la corrupción, en Madrid, amainen y logren que el barco navegue más ligero abasteciéndose de otro modo para beneficiar a los vecinos de la capital. Pero, para llegar a ese punto, el equipo de “Ahora Madrid” necesitará de todo nuestro apoyo, nuestra paciencia y nuestra inteligencia. Esa labor no se hace ni en un día ni en cien.

Mientras tanto, veremos cómo le va a los responsables de Telemadrid cuando C´s comience a dar zarpazos generales al PP y Cristina Cifuentes deje de ser amiga. Lo mismo que ayer hizo Carmona con el PP y C´s, pueden hacer los de C´s con el PSM de Ángel Gabilondo.

Eso es la democracia sin bipartidismo, alternativas que se deben pelear día a día, sin escaños vacíos. Esa es la democracia que se leyó al analizar los resultados electorales. Quizá sea más lenta pero será más limpia y más de todos.

Y hablando de limpieza: ayer, tras más de un año sin ver pasar un camión del servicio de limpiezas de Madrid que regase mi calle y la limpiase, pasó uno, la regó y toda ella quedó fresca y limpia. Las subcontratas empiezan a verle las orejas al auditor.

    

jueves, 16 de julio de 2015

LA PREGUNTA EUROPEA


 LA PREGUNTA EUROPEA


No os dejéis engañar.

El pueblo griego es decir, los seres humanos que viven y se rigen por las leyes griegas─, y no la entidad conocida como Grecia el país regido hasta hace cinco meses por una confabulación de políticos corruptos; ha sido burlado por sus propios dirigentes. Sí, los seres humanos griegos eligieron democráticamente a fuerzas políticas que, en su discurso electoral, ponían sobre la mesa medidas que no cumplieron. Después de ellos llegó Syriza y, tras propuestas a la UE, enfrentamientos con la UE y consultas a la población griega para conocer cuál era el apoyo a una negativa a las condiciones que ha conseguido imponer la UE; tampoco ha cumplido con los seres humanos a los que representa. El Eurogrupo ha vencido, ha colocado una soga sobre el cuello griego y su previsión se reduce a una acción simple: tirar del nudo corredizo hasta que cambie el color del partido gubernamental y lograr que Grecia salga por su propio pie cuando ya no tenga nada más que echar a la olla de este aparato económico que hemos aceptado creyendo que, al margen de las transacciones libres, también construíamos un modelo solidario de convivencia inédito hasta la fecha. Como sabemos, no se comprende dentro de la legalidad europea echar a otro país societario. Otra cosa muy distinta es que, dicho país, decida marcharse. Eso sí es legal en la UE.

Pues bien, tal y como ocurrió en España en las últimas elecciones generales donde el Partido Popular consiguió su mayoría absoluta; la ciudadanía griega creyó que sus políticos electos los anteriores a Syriza cumplirían su programa y que harían una cosa muy distinta al falseo de cuentas y al posterior salvamento de las afamadas entidades bancarias privadas que ayudaron, y mucho, a enmascarar todas esas cuentas ante las narices taponadas de la UE y del FMI. De este modo, una vez más, el comportamiento de ambas entidades repite patrones: no ver nada de todo cuanto ocurre hasta que todo estalla. Recordad que tampoco vieron nada hasta que reventó la burbuja hipotecaria (no confundir con la burbuja inmobiliaria). Como tiendo a mal pensar de las acciones de los lobbys y la UE, EEUU, Rusia, China, el FMI y el G8 no son más que un macro compendio de todos los existentes opino que el proceso que siguen todos ellos es el de ver y permitir desastres, sabedores de en qué red terminará ahogándose el pez y cuánto costará en el mercado cuando lo vendan por piezas.

¿Os suena esta historia?

En España la situación fue similar hace unos años. No olvidéis aquellos test de estrés a la banca que promovió el presidente Zapatero donde sacamos unas calificaciones espectaculares y musculosas.

¿Recordáis que todo fue una engañifa que derivó en el primer rescate, con forma de simulación en diferido, que el Partido Popular y el presidente Rajoy intentaron denominar con cualquier eufemismo menos el que correspondía? ¿Sois conscientes de que todos los recortes que estamos sufriendo vienen de ese pago de deuda rescatada más un préstamo del gobierno de Zapatero cuya devolución ya ni se menciona en las tertulias matinales y nocturnas?

Las pérdidas fiscales por las tramas de corrupción y por las fugas de capitales ni se acercan a las cifras prestadas a estas entidades con patente de corso.

En definitiva, las historias de Grecia y España son casi idénticas salvo que aquí tenemos eso que se llama producto interior bruto (muy debilitado pero lo tenemos) y allí apenas si existe (y ahora, con el nuevo acuerdo, se lo quitará la banca privada europea). Por esta razón ─por esa diferencia productiva, los seres humanos españoles, a durísimas penas, logramos resistir y denunciar la escandalosa estafa a fuerza de protestas pacíficas, mientras que, allí, los seres humanos griegos no lo han conseguido porque no se puede sacar de donde no hay. Y este factor convierte esa diferencia en algo más brutal: mientras que aquí pacto arriba, pacto abajo caerá el Partido Popular; allí caerán los seres humanos griegos. Mientras que aquí los colores políticos, resultantes de las próximas elecciones generales, se irán amalgamando hasta que le gusten a la Europa del Norte; allí Europa del Norte ya no tiene nada que rascar y permitirá que se derrumbe hasta la democracia o su simulacro.

Pero, claro, si algo nos demuestra la historia del comercio es que los mercaderes no tienen ni idea de geopolítica. Sólo piensan en el beneficio “a corto” y, dada la rapidez que ha impuesto la tecnología en nuestros días, determinan que el beneficio “a largo”, entre tanto juego bursátil, está condenado por su volatilidad. Siguen comiendo piezas de este ajedrez sin atender más que al movimiento inmediato del contrario. Total, la partida es circular, el tablero no tiene límites y a la mesa siempre se sientan nuevos contrincantes. Pase lo que pase, la mejor opción es llenarse el buche en cualquier escenario posible.

Si estos jugadores de monopoly supieran un mínimo de geopolítica, o, al menos, de historia contemporánea; se darían cuenta de que están fabricando un escenario prebélico a escala global. Las connotaciones actuales son tan parecidas a las que generaron la II Guerra Mundial que se hace imposible no mirar los mapas aterrado. 

No ver los parecidos entre eso que ya conocemos como la Europa del Norte y el mapa del Tercer Reich tras su guerra relámpago, clama al cielo. No ver los motivos por los que Grecia es imprescindible para la OTAN, y asfixiarla, es forzar a una nación a buscar pactos donde no quiere nadie que se busquen ni que se consigan. No atender por parte de Alemania a las advertencias de EEUU para que se dé una solución a la crisis griega, es volver a recrear escenarios propios de la guerra fría con una Grecia a tiro de piedra de las bases de la OTAN en Turquía. No entender los  motivos por los que EEUU abre sus brazos bloqueadores a Cuba y a Irán, es estar completamente ciegos. Asistir al envío de tropas de la OTAN a Ucrania y al refuerzo de las bases alemanas con aviones A-10 y creer que esto sólo son pequeños movimientos tácticos y disuasorios, es tomarnos a todos por tontos o, de forma definitiva, saber que lo somos. Para colmo de las similitudes, el ejército japonés podrá recuperar la influencia en el exterior (eufemismos políticos) que le fue vetada en 1945. Justo ahora.

Todo es tan casual que seguro que Rusia ni lo tiene en cuenta.

Si estos seres invisibles supieran más de geopolítica y de historia, sabrían también que la guerra es un negocio si se vence, pero nunca lo es para el que pierde. Es más, sabrían que todos los cálculos y previsiones salen mal parados en cualquier conflicto armado. Nadie tiene asegurada esa victoria tan beneficiosa en lo económico. Lo aleatorio es decisivo en estos casos y aún no se han inventado bolas de cristal efectivas. Si lo que pergeñan, con toda esta red de mentiras, es preparar la guerra, el tiro les puede salir por la culata del dividendo.

Pues además, retorciendo el engaño, llegan los medios liberales y, a lo largo y ancho del mundo, comienzan a contar que las políticas empleadas por los gobiernos de derechas han salvado a la Europa del Sur de parecerse a Grecia. 

Para esa prensa tan pagada del Partido Popular, en España, por poner un ejemplo, el presidente Rajoy ha sido nuestro salvador y venden la idea de que, en cinco meses, el nuevo partido en el poder de Grecia, Syriza, ha sido el causante de su hundimiento por retar a la Eurocámara y por proponer un referéndum que, según estas fuentes, no ha servido para nada salvo para demoler la economía griega. Y, así, establecen otra comparativa insultante, irreal y falaz que mucha gente de derechas se traga: "toda formación que no siga las doctrinas del Partido Popular (que en realidad son las de la señora Merkel) se iguala con Syriza y nos conducirá al desastre".

Esta comparación, como digo, es insultante, irreal y falaz por un razonamiento básico que demuestra que ni aquí, ni en la Conchinchina, estos gestores han salvado algo que no sea el forro de sus bolsillos.

Me explico:

Si el señor Rajoy, su gobierno y el de Merkel hubiesen sido creativos, hubiesen inventado un sistema, una fórmula, una medicina para curarnos a todos sin llevarnos a este sufrimiento extenuante y criminal; yo me quitaría el sombrero (o el pañuelo) y no tendría más remedio que aplaudir y reconocer el logro. Ahora bien, si lo que hacen todos ellos no es inventar nada, no es ni prestar cama al paciente, no es más que aplicar sanguijuelas, no es más que alimentar con nuestra sangre a las entidades financieras y a los grandes grupos empresariales hasta dejarlos ahítos y endurecidos y, por otro lado, a nosotros exangües y transigentes; entonces nadie puede otorgar ese laurel de salvador a esta pandilla de curanderos de pacotilla.

Si alguien ha salvado, una vez más, las puñeteras cuentas españolas, hemos sido nosotros, los seres humanos españoles en este caso. Si alguien lo ha intentado en Grecia, con todas sus fuerzas, paciencia y sufrimiento, han sido los seres humanos griegos. Sus gobiernos, la UE y el FMI no han hecho nada, no han sufrido nada.

Pero todo esto da igual ahora. El tren ha salido y no tiene frenos sea cual sea su destino. Lo único que podemos hacer es dar respuesta a una pregunta que quizá cambie ese camino férreo, una pregunta que deben hacerse todos los seres humanos europeos, una pregunta que se nos debería consultar mediante referéndum, una pregunta que no se hacen nunca los matarifes que rigen este emporio.

¿Los seres humanos que pertenecemos a la UE, queremos esta Europa?

Mucho me temo que al Eurogrupo le importa un bledo la respuesta. De lo contrario no hubiesen obligado a Syriza a firmar su propia condena de muerte y Merkel la inhumana Merkel hubiese contestado de otra manera a la niña refugiada palestina que hace unos días le pidió una solución para su familia.

domingo, 5 de julio de 2015

EL PLACER DE LAS MARIPOSAS

AUTOR MANUEL F. TORRES



Las mariposas somos nosotros.

No busquéis un batir de alas en otra especie que no sea la nuestra. Nuestro comportamiento, su acción e inacción, es el verdadero motor del caos humanitario que se extiende a lo largo y ancho de la vida de este planeta único.

Miramos pero no atendemos, asimilamos pero no reaccionamos, acumulamos conocimiento pero no hacemos nada para que lo experimentado genere soluciones. Nos neutralizamos y dejamos que el amplio espectro de la enfermedad se extienda.

En términos generales, nos impregna la realidad cercana, la de nuestra familia y amigos. A un grado de separación más allá, nos interesa y preocupa el funcionamiento de la empresa para la que trabajamos así como la situación laboral de nuestros compañeros y compañeras de trabajo. Con estos últimos podemos tomar un refrigerio, salir una noche o tener concertada la partidita de los viernes, pero poco más. Somos esporádicos en lo que se refiere a ampliar y cuidar la parte más humana de nuestras relaciones diarias porque, a fin de cuentas, bastante tenemos con los contactos emocionales cercanos. Vamos a lo nuestro y todo lo demás es lo que le ocurre al mundo exterior, a una sociedad que, salvo contadas ocasiones, se extiende más allá de la república independiente de nuestra casa. Una sociedad hormiguero a la que negamos el saludo. Salvo si nos encontramos a solas con el tendero chino o, por poner otro caso, con la abuelilla del quinto que siempre se afana con el carrito de la compra y las puertas del ascensor; preferimos pasar por la vida cotidiana de los demás de puntillas y escudados.

Sin duda, esto que digo de nuestro comportamiento habitual, no se da del mismo modo en poblaciones pequeñas. Pero, en el momento que nuestro entorno cobra la apariencia de una ciudad, dejamos a la sociedad masificada de puertas para afuera, como si no existiera, hasta que recibimos en el buzón no el electrónico sino el de metal, ese que tenemos en el portal y que ya apenas sirve para otra cosa que no sea para recibir propaganda─ la carta del banco con el aviso de impago, la noticia que nos informa de la invención de un nuevo impuesto, o el recadito de que debemos volver a remozar la fachada de nuestra vivienda. Sólo en esos momentos creyendo que lo que se nos pide es algo negativo─ tomamos conciencia de que formamos parte de un todo y terminamos preguntándonos qué hace la sociedad por nosotros para que nosotros nos veamos obligados a hacer algo por la sociedad. Le damos la vuelta, en un santiamén, al afamado discurso de J.F.K. aún sin conocerlo. Siendo más claro: no nos cuestionamos qué podemos hacer por nuestro país.

Es natural que esto sea así. Por lo que a mí respecta, la palabra “país” como fuente inspiradora de sentimientos identificativos, me aburre, no me motiva. Si lo pensáis, la propia idiosincrasia del término incluye la diferenciación como principal línea argumental: se es de aquí ─del país que sea─ pero no se es de allá ─de cualquier otro territorio─; los habitantes de este país tienen unas características que no poseen aquellos que son de otro; en este país se habla esta lengua y no otra… pertenecer a un país, en definitiva ─tal y como nos venden la idea─, debe señalar características tan sublimes y distintivas que, por ellas, seamos capaces de jugarnos la vida defendiéndolas. Uno no puede ser patriota si no siente estas diferencias.

Pero, decidme, ¿creéis que estas sencillas particularidades, hoy en día, se le pueden atribuir a la ciudadanía de España, de Francia, de Alemania?...

No. Sabemos que somos mixtura caduca y regenerativa al mismo tiempo; migración genética constante, migración territorial y cultural desde que el hambre es hambre. ¿Qué significa, entonces, ser de un país a estas alturas de la evolución? Es sencillo responder a esta cuestión. Ser de un país significa formar parte de un conjunto humano que acepta una jurisdicción ─autónoma de la de otro conjunto social─ con toda la amplia gama de matices que encierra esta palabra. Con aceptar las leyes comunes, registrarse en el aparato administrativo de la agrupación y reconocer hasta dónde se limita la vigencia de las normas, usted pertenece a un país. Así de fácil. Por comparación y minimización, ser de un país viene a ser lo mismo que pertenecer a una comunidad de vecinos si ésta tuviera una capacidad judicial independiente. Por lo tanto, lejos ya de conciencias patrióticas, un país es un sistema administrativo con fronteras. Ni más ni menos. De ahí que, para mi gusto, la palabra “estado” aglutine mucho mejor este conjunto de características burocráticas. Máxime si, como se ha postulado en Europa desde la constitución de la UE, las fronteras entre los miembros adscritos a dicha unión han desaparecido. Ateniéndonos a esa maravillosa zanahoria que se nos colocó ante el hocico, un ciudadano madrileño, por ejemplo, debería sentirse súbdito del estado español y su sentimiento patriótico (caso que este sentimiento sea necesario) podría fijarlo en Europa. A buen seguro, esto es lo que le ocurre a un neoyorquino, respecto a los EEUU, de la forma más natural.

Pero no, en Europa, no. El sentimiento patriótico del europeo no existe.

Y esto es así porque en Europa tenemos hazañas bélicas que infectan de rencor nuestro ADN desde la antigüedad. Al mismo tiempo, somos artífices de uniones territoriales que fracasaron una y otra vez; tenemos entidades bancarias que nunca partirán de cero ni aun creando bancos centrales, ni aun inventando esa moneda única que debía igualar el estatus económico de cada estado integrante; y, para remate, en la actualidad, tenemos dirigentes que sienten el federalismo como esa comunidad de vecinos a la que antes me refería: con muros invisibles bloque tras bloque, interés económico tras interés bursátil, camuflando las barreras pero manteniéndolas.

Hemos arraigado el lastre. No lo podemos soltar y levantar el vuelo o, mejor dicho, los que pueden hacerlo no saben por dónde empezar. Ninguno de los estamentos que se encargan de gobernar la Unión es consciente de que la escena social pide a gritos que esta forma de interpretar el país europeo cambie; que en Europa ya no se es de ningún sitio en concreto; que toda una generación joven, y todavía amplia, no tiene un idioma sino dos o tres o cuatro; y que esas fronteras que derribó el comercio permitieron, en su caída, que las diferentes culturas traspasaran, se uniesen, tuvieran hijos y, para mejora de esta especie, se mezclasen sin remisión, sin vuelta atrás.

Para colmo de males, en esta nueva intentona de unificación, apareció la crisis económica mundial y a la manta europea se le agrietaron las costuras para mostrar los verdaderos entresijos heredados de aquel Mercado Común Europeo. Descubrimos entonces, asombrados, que los ciudadanos europeos no éramos iguales por mucho que nos hubiésemos mezclado; que nuestros intereses no eran comunes; que tampoco lo eran nuestros derechos societarios y que se nos diferenciaba entre una Europa del Norte y otra del Sur. Una Europa del Norte que había invertido y adquirido bienes y fondos en la Europa del Sur y que, temiendo el descalabro de sus finanzas, reglamentó la devolución de todos los préstamos concedidos recurriendo a pantomimas denominadas rescates. Un remedo de ayuda que no hacía sino condenar a cada estado desfavorecido y con las cuentas bancarias falseadas a hacer reformas de calado en las reglas laborales y de gasto público. Una trampa de usurero que consiste en prestar dinero a esos estados afectados gravemente por los juegos arriesgados de su banca privada para iniciar una recaudación viciosa, in crescendo debido a la carga de intereses elevadísimos, que se podría resumir con esta secuencia interminable: te presto para que me devuelvas tu deuda acumulada mientras los intereses de mi nuevo préstamo hacen tu deuda más grande y te ves obligado a pedir un nuevo "rescate" que ya veré si te concedo, o no, dependiendo de lo que modifiques las políticas de tu país de antes, ese que creías gobernar y cuya potestad sobre el mismo correspondía a sus habitantes. 

Y, así, ad eternum.

Como digo, un ejercicio de condena económica que, de forma indefectible, termina siempre en un desastre humanitario. África, sin ir muy lejos, es un ejemplo claro de lo que han significado históricamente estas prácticas. Un continente entero hundido y sin capacidad para intentar ponerse en pie. Un continente al que miramos pero no atendemos, cuyos descalabros asimilamos pero ante los cuales no reaccionamos salvo que, para salvarnos o para cubrir las apariencias de un expediente, nos contagie su miseria en forma de virus o de patera.

Pero si bien África es la gran historia de lo mal que se pueden hacer las cosas, sean cuales sean, ahora, en Europa, asistimos al desastre griego que tiene el mismo origen corrupto que Portugal y que España después de transiciones mal cerradas y la miramos como si la cosa no fuera con nosotros, como si, de pronto, también hablásemos de África, como si nosotros estuviésemos a salvo. No aportamos soluciones y a todo un pueblo lo convertimos en un número rojo de cuenta bancaria. ¡Qué paguen decimos─ o fuera! ¡Qué acepten y voten sí a Europa, o fuera! ¡Qué se ahoguen en un mar de deudas imposibles de pagar o que se mueran! ¡Todos pagamos! ¡Si ellos no pagan, fuera!

¿Todos pagamos? Espero que nadie se lleve las manos a la cabeza ante lo que voy a decir pero la realidad es que, en este planeta tan esférico, ningún estado paga sus deudas. Paga el recibo del trimestre pero nunca se cubre la deuda entera. Es el principio básico de lo que conocemos como el mercado de deuda externa. El país que adquiere deuda de otro país sabe que ésta no se liquidará jamás y en eso consiste el negocio redondo, en los intereses y en la posibilidad de revender esa deuda a terceros, según cotizaciones, cuando merezca la pena. Salvo una excepción, la que ocupa a la Europa del Norte respecto a la Europa del Sur: la ejecución de esa deuda cuando los mercados de inversión autóctona están en serio peligro de colapso. Es entonces cuando se obliga al pago integral de la deuda a sabiendas de que éste no podrá realizarse. En ese momento el negocio se vuelve despiadado, el negocio se convierte en un puñal en la garganta, el negocio mata pero, antes de hacerlo, te desangra.

Y de este modo, en Europa, comenzamos a batir nuestras alas de mariposa e iniciamos una guerra encubierta, un conflicto armado donde ya no se utilizan tanques, cañones y tropa (eso lo dejamos para el tercer mundo); se utiliza la macroeconomía.

En el diario InfoLibre, afirma mi admirado Ramón Lobo, en un artículo reciente sobre el interrogante que ha abierto esta nueva fase de la crisis griega; que “se sabe cómo comienzan las guerras, pero no cómo terminan”. Para mi humilde entender, este enunciado es erróneo. En realidad, ni siquiera nos planteamos cómo comienzan las guerras pero sí sabemos cómo terminan. Nos trae sin cuidado, por decirlo de otro modo, cuál es el origen de nuestro problema y, por eso, aun conociendo el resultado final inexorable, repetimos sistemas.

Me explico:

Todos incluso los niños sabemos cómo iniciar una guerra. Es sencillo. Uno tan sólo debe apostar por atacar cuando encuentra oposición a la consecución de sus deseos, estén justificados o no. Agredir sin atender a cualquier tipo de diálogo, de negociación o de trato. Se acomete, se inicia un conflicto y se vence o se pierde. La historia reciente está repleta de ejemplos que dan testimonio de este proceso simplificado. Ahora bien, esto que expongo en realidad no atiende al "cómo" se genera la chispa del conflicto, sino al "qué". ¿Y qué es necesario para que surja ese fogonazo violento? En resumidas cuentas, esto: que tú tengas algo que yo deseo y que yo no atienda a razones.

Prosigo.

Todo conflicto armado mantiene en su historial miles de pequeñas causas y, en diferente grado, decenas de motivos enormes que van marcando su camino como si de un puñado de mechas encendidas se tratara. La tendencia cuasi irremediable de todas ellas consiste en lograr que se prenda la mascletá y que todo salte por los aires. Da igual que sólo una cumpla su misión o que la cumplan todas. El efecto sigue siendo la explosión final. Si quisiéramos culpar del origen de las hostilidades a la existencia de esas mechas, pronto caeríamos en la serie de acontecimientos: alguien tuvo que poner las mechas, alguien dio la orden de que fueran puestas y, así, llegaríamos hasta la prehistoria para constatar que estaríamos dando respuesta al "cuándo". Como si de la escena inicial de "2001, Odisea Espacial" se tratase, veríamos a un homínido utilizando una herramienta para matar y encender las mechas de esa mascletá degenerativa que es la violencia.

Pero la cuestión del "cómo" sigue sin revelarse. ¿Cómo movimos las alas para provocar el caos? ¿Cómo hemos llegado a esto?

Cada vez que alguien, al contemplar los resultados de una catástrofe bélica, se hace esa pregunta, debe buscar y encontrar su propia voz interna; una voz que ocultamos en lo más recóndito de nuestro espíritu milenario; una voz que al ser hallada nos susurrará: 

“Hemos llegado a esa situación buscando nuestras dosis, individuales pero diferenciadas, del placer que proporciona la victoria”.

Así es como movemos esas alas terribles, buscando la satisfacción de nuestras ansias primarias: vencer, someter, acumular, ampliar… Nos comportamos como el macho alfa de una manada de gorilas aunque nos jactemos de haber dejado la selva. Vencemos a nuestros rivales, los sometemos, acumulamos hembras con las que procrear y aumentamos nuestra expansión. Cuando lo logramos nos subimos al Empire State y, con el pecho henchido del placer obtenido, nos lo golpeamos a modo de tamtam para que todos sepan cuán satisfechos nos sentimos con la victoria. Así es como enseñamos y transmitimos la experiencia placentera, así es como nos imita nuestra comunidad de vecinos, así es como el placer animal se convierte en una necesidad colectiva, en una necesidad de tribu, de clan, de pueblo, de país, de continente, de masa alienada y, finalmente, de ejército atacante. Si, por el contrario, enseñásemos y transmitiésemos el placer que proporciona la solidaridad, la cosa cambiaría de forma radical.

Termino.

Cuando las tropas aliadas, durante la Segunda Guerra Mundial, descubrieron el campo de concentración alemán de Dachau, horrorizados se hicieron esa misma pregunta: ¿Cómo había sido posible todo aquello? ¿Cómo se habían llevado a cabo en aquel campo, durante un periodo de dos largos años,  más de 70.000 asesinatos e incineraciones sin que nadie hubiese intentado detener el horror? ¿Cómo, ante el evidente hedor a muerte y a carne chamuscada, ninguno de los habitantes del pueblo cercano ─del mismo nombre que el campo de extermino─ había tomado partido para organizar a los vecinos y detener la masacre?

La tropas estadounidenses, a modo de escarnio, obligaron a los habitantes del pueblo a entrar en el campo, a comprobar la realidad del horror nazi y concluyeron esa misión haciéndoles las mismas preguntas que todos ellos se planteaban. La inmensa mayoría contestó que no eran conscientes de que aquello hubiera estado sucediendo…

Pues así es, para quien tenga dudas, como terminan las guerras: con gente con mariposas que, tras mover las alas por mero placer, por sueños de prosperidad y dominio, sin importarles el conocimiento real del desastre que avecinan, declaran, cuando todo se detiene, que no tenían ni idea de que tanto horror estuviera sucediendo ante sus narices y su mirada obtusa.

Hoy, el nuevo campo de concentración es Grecia. Ya lo estamos alambrando, ya construimos crematorios en su interior sin apenas importarnos pese a que, esta vez, ninguno de nosotros podrá decir, jamás, que no sabía cómo termina una guerra y cómo no se deben mover las alas..


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