Mi nada estimada Sra. Merkel:
No voy a entrar en ambages: si el Reino
Unido ha votado a favor de salir de la UE (decir lo que significan estas siglas
es pura ironía), tiene usted la culpa.
No sólo de este hecho tiene usted la
culpa: usted y sus políticas austericidas tienen la culpa del contagio
secesionista en Francia y Holanda gracias a una ultraderecha que gana adeptos
cada vez que usted abre la boca. Tiene usted la culpa de que la UE esté a un
punto, otra vez, del colapso financiero; tiene usted la culpa de la caída de
los mercados bursátiles; tiene usted la culpa de la mala gestión del problema
de los refugiados a cuyas generaciones venideras no se les irá de la memoria la
afrenta sufrida; tiene usted la culpa de que Grecia no consiga levantar cabeza
(pero, claro, como Grecia no es el Reino Unido, ni tiene una City como Dios
manda, por usted como si se van ellos solitos…).
Tiene usted la culpa, insisto, de que en
el resto del sur de Europa aumenten las desigualdades sociales; de que la gente
enferme y no sepa cómo evitar la enfermedad, de que la gente muera porque no
les alcanza para pagarse la vida. Tiene usted la culpa de que la educación
merme y de que nuestros hijos, en lugar de tener futuro, amanezcan en las
pesadillas del pasado. Tiene usted la culpa, en definitiva, de que nadie esté a
gusto en este conglomerado burócrata que sólo se ha dedicado a dar dinero a la
banca y que tan poco ha hecho en ciernes de la solidaridad vital, en apoyo de
la ciudadanía que pronto volverá a tener fronteras.
¿Cómo imaginaba usted que se comportaría
la población europea ante semejante forma de actuar?
Usted se defenderá y dirá que nada de todo
esto es culpa suya, que usted no es la mariposa que aleteo sus alas para crear
este ciclón. Pero déjeme que le explique: usted ha convertido a su país, una
vez más, en un país invasor y nadie se siente bien cuando pierde su autonomía,
cuando las gentes no saben muy bien qué pintan en este vehículo mal rodado y,
para colmo, tienen que rendir vasallaje y pleitesía al país al que tantas veces
se le ha tenido que parar los pies. En esta ocasión no han utilizado munición
de plomo y pólvora, han utilizado la economía. Tras la apariencia demócrata de
todo el conjunto de órganos legislativos europeos, se ha encontrado siempre su
mano alzada. Ha hecho usted con esta Europa en construcción un ejercicio de mal
banquero, de usurero, y ese no es su oficio, señora, ni nadie se lo ha pedido.
Ahora toca susto porque a la EU ya se le
han agotado todos los tratos con Inglaterra. El pavor comenzará con una banca
inglesa, en caída libre, que ya no tendrá el respaldo de EEUU porque a los de
allí no se les olvidará la actitud de Londres, a través del Barclays Bank,
cuando se negó a ayudar para paliar lo de Lehmans Brothers. No, no van a
olvidar aquella frase dicha al Presidente de la Reserva Federal estadounidense,
Mr. Ben S. Bernanke: “No queremos que nos contagiéis vuestro cáncer”. Ni que decir tiene que
no se les contagió a ellos, se nos contagió al resto (recordemos que UK apenas
si ha sufrido los efectos de la crisis) y ocurrió lo que nos ocurre y lo que
nos seguirá ocurriendo. Este factor, a continuación, no detendrá a la
ultraderecha en Francia (que ya roza la mayoría parlamentaria) y, como ya sabe
usted, la ultraderecha es de ideas fijas, rígidas, invariables… Así, como ya
expone en sus arengas, lo mismo le dará a Le Pen el batacazo económico futuro,
querrá la victoria aunque arda París y, desde ahí, desde ese preciso instante,
no habrá agua que apague el incendio.
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